miércoles, 2 de enero de 2013

Concierto «α» para tambor, dulzaina y ruido blanco.



I
Rajatabla

  LA ETERNA viuda no puede relamerse; no tiene lengua.
Bichos mangoneadores de esparto merodean por la
cocina arcaica, atraídos por la infección de viejos trapos. El lugar de intramuros
se viene abajo, la cabeza de la vieja supura la impotencia del crucificado.
Un luto inútil, sepultura en vida, figura de muerte que aparca la guadaña para
hacer faenas del hogar; luego, por la tarde, un ratito al umbral de
casa y que las moscas le coman el hocico. Inflexible.
 Fuera, la vida sucede.
 La vida es el último de los fenómenos de masas
por mediatizar. ¡Ay! Hace décadas que asfaltaron el camino;
han quitado los perales para poner acacias, un antiguo hombre de campo
suspira… «Con lo que ha sido tal hostal en mi época y, ahora, ¡míralo!
¡A oscuras todo él!» El presente se cobra sus víctimas, pero sólo
por voluntad de la gente.
 –¡Llevaos una escopeta al cine! –conversa el panadero a voces–.
¡Que, si dan una de tiros, tendréis que defenderos!
 Mas la eterna viuda no tiene ni una mísera escopeta. Su país
lo gobierna un Parlament encabezado por el Crucifixat. Y ese
Crucifixat no dice nada, sólo duele, ¡ay!, le duele fuerte. Tomen ejemplo las
esposas truncadas, habitantes todas ellas de esta nación fósil. ¡Ay! Se fosiliza
la viuda muerte, ¡ay!, un fósil duro de roer.



II
Un cadáver en la entrepierna

Hay que olvidarse del sexo
y así nos olvidaremos también del aborto
y del SIDA
y de que haya pueblos enteros que no puedan disfrutar del
coito sin fruto consecuente.
        The Vatican Corporation garantiza
toda la tranquilidad del mundo si no nos dejamos llevar por el
        compendio total de la vida. Tranquilidad…
 … y Cardenales… esos pintorescos agentes de seguros.



Una marcha de tambores ruge sobre ruido secuenciado
y una sintonía de radio es interpretada por una sola dulzaina.
Las sevillanas toman el ascensor; ¿en qué piso queda
la Vatican Corporation? En el treinta y nueve, señoritas (y olé).

El piso inferior del rascacielos lo ocupa Sex Inc., la de los patrones
de conducta, la de «si es martes, ni te cases ni te embarques».
Cuidado con el sexo enfermo, con emparejarse con individuos
defectuosos;
Sex Inc. te protege de cualquier abominación sexual. Tranquilidad…
y a disfrutar del Rock & Roll y los bocadillos orgiásticos.
¡Esperadme, chicas!, grita una sevillana rezagada según cierra la puerta
de Sex Inc. La muy golfa se ha entretenido fumando un cigarro,
¡será posible!
Señorita, le ruego no fume dentro del edificio (el coloso en llamas
no está asegurado contra incendios).
La nación de los gazapos es tan susceptible de desmoronarse…
Conejitos blancos,
conejitos rojos,
conejitos pardos
y una dulzaina que, sólo con picar una nota doce veces para dar la hora, se asfixia.
(¡Secuéncienlo! ¡Y también el tambor! ¡Secuéncienlo ya todo!).



III
Poema acabado con la mano izquierda




«Concierto α para tambor, dulzaina y ruido blanco» fue escrito originalmente en Agosto de 2011.





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